Él la abrazó de nuevo, repitiendo el gesto, esta vez con menos entusiasmo.
Volvió a parar; sorprendido, y María sabía que algo iba muy mal, pero tenía miedo de preguntar.
La tomó de la mano y caminaron hasta la ciudad,
charlando sobre otros asuntos, como si nada hubiese pasado.
Aquella noche, escogiendo algunas palabras difíciles
-porque creía que todo lo que escribiese sería leído algún día-
y segura de que algo muy grave había ocurrido, anotó en su diario:
Cuando conocemos a alguien y nos enamoramos, tenemos la impresión de que todo el universo está de acuerdo; hoy sucedió en la puesta de sol. ¡Sin embargo, aunque algo salga mal, no sobra nada! Ni las garzas, ni la música a lo lejos, ni el sabor de sus labios. ¿Cómo puede desaparecer tan deprisa la belleza que allí había hace pocos minutos?
La vida es muy rápida; hace que la gente pase del cielo al infierno en cuestión de segundos.