miércoles, 26 de mayo de 2010

O.M.



Él la abrazó de nuevo, repitiendo el gesto, esta vez con menos entusiasmo. 
Volvió a parar; sorprendido, y María sabía que algo iba muy mal, pero tenía miedo de preguntar.
La tomó de la mano y caminaron hasta la ciudad, 
charlando sobre otros asuntos, como si nada hubiese pasado.
Aquella noche, escogiendo algunas palabras difíciles
 -porque creía que  todo lo que escribiese sería leído algún día-
 y segura de que algo muy grave había ocurrido, anotó en su diario:



Cuando conocemos a alguien y nos enamoramos, tenemos la  impresión de que todo el universo está de acuerdo; hoy sucedió en la puesta de sol. ¡Sin embargo, aunque algo salga mal, no sobra nada! Ni las garzas, ni la música a lo lejos, ni el sabor de sus labios. ¿Cómo puede desaparecer tan deprisa la belleza que allí había hace pocos minutos?
La vida es muy rápida; hace que la gente pase del cielo al infierno en cuestión de segundos.

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