lunes, 29 de noviembre de 2010

no hay título, no hay amor, no hay dolor, no hay nada.

El final no llega a menos que lo obliguemos a presentarse,
nos quejamos, reprochamos, imploramos; nos olvidamos, vamos y volvemos.
Nos auto-contaminamos.
La mente juega y nosotros la seguimos,
duelos interiores hacen que (a veces) los sentimientos pierdan.
Creemos en conceptos y cuentos de amor, imaginamos paraísos multicolores, nubes rosas y pasto amarillo.
Inexistente.
Vacía-completa. Parte-absoluta.
Uñas que gritan, palabras que se esconden, dolor que fluye, angustia que crece, el amor a otro lugar.
Acá no hay nada por qué esperar, ni por qué sufrir, ni por qué llorar.
El pasado ya pasó, lo increíble se esfumó; el proceso de des-contaminación está en marcha.
Almas limpias, corazones libres e intensos tapados con curitas de brillantina.
Recuerdos de instantes magníficos paralizados y profundos,
intocables, inalcanzables, míos. 
Transformación;
la angustia en melancolía.
Así es mejor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario